En esta página intento presentar una idea del concierto Ein#klang, utilizando fotos originales del concierto y grabaciones de vídeo (de teléfono móvil, desgraciadamente no hubo documentación profesional del concierto en vídeo por lo complejo que habría sido organizar la misma).
El concierto pretendía inaugurar la sala para el público de Múnich de una forma más cercana que el concierto inaugural, que ocurría el día precedente y consistía en un concierto más tradicional de orquesta.
InicioLos músicos comienzan tocando en el foyer de la sala la obra minimalista "jesus blood never failed me yet" (para voz pregrabada y orquesta, de Gavin Bryars). Un quinteto con piano toca entre el público, mientras el resto de músicos les acompañan desde las galerías.
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A través del edificioLas puertas se abren y el público entra en el edificio, siguiendo un camino predeterminado en el que van encontrando a pequeños grupos de músicos, siempre tocando fragmentos de la obra de Bryars.
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Entrando en la sala
El público entra en la sala por primera vez desde el piso más superior; esta es al fin y al cabo su primera vez dentro del espacio. Allí escuchan la voz que acompaña la obra de Bryars, y proceden a bajar, haciendo como si dijéramos una espiral, por los tres pisos de la sala, entrando y saliendo y encontrando a su paso pequeños grupos de músicos fuera, y cada vez más músicos dentro, tocando en perfecta sincronía gracias a que están todos conectados con un click que se transmite por radio. Es como si todo el edificio estuviera bañado en la obra de bryars, que consiste en una única frase de 9 compases que se repite constantemente. La obra de Bryars duró finalmente 30 minutos, inicialmente habíamos planeado 20 minutos pero mucha gente en el público quiso capturar el momento en el teléfono, lo cual alargó esta overtura considerablemente.
Mientras el público va entrando en la sala también entran cada vez más y más músicos que se suman al bryars, de manera que se crea una especie de crescendo constante. Cuando todos, tanto músicos como público, han encontrado su sitio (los músicos repartidos por la sala como se muestra en la imagen a la izquierda), la luz se concentra en el quinteto de cuerda en escena, que toca el segundo movimiento del quinteto de Schubert en Do mayor D.956 (10 minutos) |
In C
Del último acorde de Schubert "nacen" los primeros fragmentos de "in C", de Terry Riley (30 minutos). Una a una, las posiciones con los diferentes músicos se van iluminando y los músicos en cada de una de ellas se unen al flujo de patrones musicales constantes que es la obra del norteamericano. Alrededor de los 7 minutos, todas las posiciones (menos el coro, que entrará a la mitad de la obra, aproximadamente) están activas, nuevamente sincronizadas perfectamente por medio de un click.
Una vez que todos las luces de los músicos habían aparecido, se proyecta un texto que invita a la gente a moverse y cambiar la posición en la sala, para percibir la obra de Riley desde diferentes perspectivas y a la vez ofrecer otra forma de descubrir la sala. A su vez, mientras la obra avanza el color de las luces iba basculando imperceptiblemente entre el naranja y el azul, ofreciendo un contrapeso visual al discurrir lento y procesual de la obra de Riley.
Final
Una a una, las diversas islas de luz que iluminan los grupos de músicos se van apagando, hasta que solo quedan las cuerdas y el piano en escena encendidos, y la obra termina con el solo de piano con el que comenzó, marcando el final del concierto.
Artículo/Crítica en el Sueddeutsche Zeitung:
Original:
https://www.sueddeutsche.de/muenchen/isarphilharmonie-muenchner-philharmoniker-late-night-ein-klang-eroeffnung-1.5436501
Extracto traducido:
[…] casi 1000 personas acuden al "Ein#Klang". No se permite la entrada a más, porque los visitantes, con ojos brillantes como niños en rostros de todas las edades, son conducidos por caminos sinuosos a través de todas las zonas de la Isarphilharmonie.
La música comienza en el vestíbulo, luego pronto se pone en marcha, encontrando fragmentos de la pieza de Gavin Bryars, "Jesus Blood Never Failed Me Yet". Se pueden encontrar en una gran variedad de grupos y perfectamente sincronizados en pasillos, rellanos y luego repartidos en pequeños grupos por la propia sala. En el interior, el sonido se completa, y del kitsch sonoro de Bryars se desprende cada vez más el deseo de dar una voz poética a un sin techo.
Después, la dramaturgia de luz increíblemente precisa y efectiva de Steven Walter e Iñigo Giner Miranda crea con perfección un quinteto de cuerdas filarmónicas desde la oscuridad en el podio: suena el Adagio del quinteto de cuerdas de Schubert. Con gran ternura, los cinco demuestran lo que ya se sospechaba tras el concierto inaugural: la Isarphilharmonie tiene un inmenso potencial como sala de música de cámara. Justo al frente en el balcón, casi sobre el podio, uno experimenta la mezcla perfecta del sonido conjunto y la posibilidad escuchar analíticamente cada voz individual.
Después se puede caminar nuevamente, se proyecta una invitación explícita a hacerlo. Mientras los músicos en la sala tocan el exultante ícono de la música minimalista, "In C" de Terry Riley, los muchos visitantes curiosos exploran el sonido de la sala, deambulan, se acercan mucho a algunos músicos, buscan tal vez los asientos más cómodos para el próximo concierto. Y todo el mundo se mueve casi con devoción, hechizado. Muchos se quedan en el vestíbulo durante mucho tiempo después y volverán. Se esperaba mucho, pero un éxito de la Isarphilharmonie sea tan abrumador, eso es increíble.
https://www.sueddeutsche.de/muenchen/isarphilharmonie-muenchner-philharmoniker-late-night-ein-klang-eroeffnung-1.5436501
Extracto traducido:
[…] casi 1000 personas acuden al "Ein#Klang". No se permite la entrada a más, porque los visitantes, con ojos brillantes como niños en rostros de todas las edades, son conducidos por caminos sinuosos a través de todas las zonas de la Isarphilharmonie.
La música comienza en el vestíbulo, luego pronto se pone en marcha, encontrando fragmentos de la pieza de Gavin Bryars, "Jesus Blood Never Failed Me Yet". Se pueden encontrar en una gran variedad de grupos y perfectamente sincronizados en pasillos, rellanos y luego repartidos en pequeños grupos por la propia sala. En el interior, el sonido se completa, y del kitsch sonoro de Bryars se desprende cada vez más el deseo de dar una voz poética a un sin techo.
Después, la dramaturgia de luz increíblemente precisa y efectiva de Steven Walter e Iñigo Giner Miranda crea con perfección un quinteto de cuerdas filarmónicas desde la oscuridad en el podio: suena el Adagio del quinteto de cuerdas de Schubert. Con gran ternura, los cinco demuestran lo que ya se sospechaba tras el concierto inaugural: la Isarphilharmonie tiene un inmenso potencial como sala de música de cámara. Justo al frente en el balcón, casi sobre el podio, uno experimenta la mezcla perfecta del sonido conjunto y la posibilidad escuchar analíticamente cada voz individual.
Después se puede caminar nuevamente, se proyecta una invitación explícita a hacerlo. Mientras los músicos en la sala tocan el exultante ícono de la música minimalista, "In C" de Terry Riley, los muchos visitantes curiosos exploran el sonido de la sala, deambulan, se acercan mucho a algunos músicos, buscan tal vez los asientos más cómodos para el próximo concierto. Y todo el mundo se mueve casi con devoción, hechizado. Muchos se quedan en el vestíbulo durante mucho tiempo después y volverán. Se esperaba mucho, pero un éxito de la Isarphilharmonie sea tan abrumador, eso es increíble.